domingo, 31 de octubre de 2010

De los tontos útiles, a los inteligentes inútiles.



A los tontos útiles, no les queda otro remedio que aceptar las condiciones en que hace más de 50 años les impusieron, y no hacen nada por ver más allá de sus narices, que las promesa de salud y educación hace mucho tiempo atrás, viajaron de la pobreza a la miseria.
Los tontos útiles, ayudan a la continuidad del poder, porque a pesar de criticar el pan nuestro de cada día, quejarse por la falta de medicamentos, y la imposibilidad de comprar en las “Shopping” los zapatos de sus hijos con el salario del mes; ellos siguen, por temor, votando en las urnas del poder popular, colmando la Tribuna Antiimperialista y la plaza de la Revolución para aplaudir el discurso aprendido, participando en las rendiciones de cuentas del Poder Popular, y hablando a puertas cerradas con el vecino de al lado de “lo mala que está la cosa”.
Esta pasividad del cubano de a pie, encerrada detrás de una máscara de supervivencia llamada “doble moral”,  unida a la conducta migratoria de muchos cubanos,  es bien utilizada a favor de los inteligentes inútiles, para mantenerle el campo libre de obstáculos y tropiezos, a sus señores feudales.
Los inteligentes inútiles, forman aquella gran clase intermedia superior que les hace “el pollito de la vecina”, a los líderes del poder, son inteligentes porque conocen que bajo este tipo de represión invisible y silente, a los tontos útiles, pueden continuar favoreciéndose de las “migajas premios” que el gran rey feudal les otorga. Por ejemplo: las casas confiscadas por el gobierno, a aquellos, que a lo largo de los últimos 50 años han abandonado el país, ¿van a parar a dónde? pues a los inteligentes inútiles y ¿los viajes al extranjero con jugosos viáticos? ¿a quién se los ofrecen? a los inteligentes inútiles. Lo de inútiles está claro, porque si obtener una casa, viajar con todos los gastos pagos, reiteradamente, al extranjero, dependiera del sudor de su trabajo, nunca habrían ido de aquí a la esquina, ni tenido un techo propio.
Pero, no hay nada mejor que un día detrás de otro, en esta gigantesca rueda que es la vida. Un día, los tontos útiles, abrirán sus ojos, y los inteligentes inútiles dejarán de recibir su migaja premio, aunque para ese día, ya sea demasiado tarde el daño, NO importa, ¡cuando la dicha es buena! Porque el agua al final del camino tarde o temprano, siempre toma su nivel.